Estudiante de Economia, Universidad EAFIT, Colombia.
“Vivimos en una cultura de ayuda. Vivimos en una cultura en la cual aquellos que están mejor están suscritos – mental y financieramente – a la noción de que dar limosnas a los pobres es lo correcto.” (Moyo, 2009) ¿Pero lo es? Las continuas ayudas financieras que son recibidas por los países menos desarrollados poco o nada sirven para solucionar problemas como la pobreza o el estancamiento económico. Tales ayudas obstruyen el progreso de la población debido a que éstas nunca llegan a quienes las necesitan, además la corrupción se mantiene en constante aumento. De acuerdo con Dambisa Moyo (2009), economista africana autora de “Dead Aid”, más de un trillón de dólares en asistencia para el desarrollo han sido enviados a África y lo único que se ha conseguido es empobrecer aún más a los pobres.
Con el fin de contribuir al desarrollo, es necesario entonces explorar vías alternas para estimular la capacidad de las personas de trabajar y salir adelante por sí solas y no crear mayores dependencias que a la larga lo único que traen es pobreza. “Es necesario fomentar la intermediación financiera. Específicamente, se debe promover la propagación de instituciones micro financieras como las que han prosperado en Asia y América Latina.” (Moyo, 2009)
Pequeñas empresas que se van creando y que contribuyen con el sustento de contadas familias, en general no cuentan con los servicios financieros que requieren. De la misma manera, muchos hogares carecen de la capacidad de acceder a créditos o simplemente de ahorrar. “El acceso a servicios financieros básicos (como créditos, ahorros, y seguros) es más propenso a desarrollar habilidades emprendedoras y oportunidades entre aquellos pobres quienes están por fuera del perímetro de estos servicios y mercados financieros. Además, en el tiempo, este acceso va a promover una mejor capacidad de manejo del riesgo y aspiraciones económicas de los pobres.” (Sundaresan, 2008). De esta manera la contribución que estas instituciones hacen a la reducción de la tasa de pobreza se ve evidenciada en la creación de nuevas empresas y la evolución de las existentes, así como en el crecimiento del PIB. Adicionalmente, en épocas de crisis, estas instituciones respaldan el sistema y ayudan a evitar un colapso financiero. Para ilustración, el caso de Indonesia:
“El sistema de unidades desa del Banco Rakyat Indonesia (BRI) es ahora el más grande proveedor financieramente autosuficiente de microfinanzas en el mundo en desarrollo. El enfoque de Indonesia en las microfinanzas – haciéndolas rentables y ampliamente disponibles – ayudó al país a reducir la incidencia de la pobreza de un 40% de la población a mediados de 1970 hasta un 11% en 1996. En 1997, cuando la crisis del este asiático comenzó y la pobreza en Indonesia empezó a crecer, el sistema microfinanciación del BRI ayudó a las personas pobres que habían perdido su trabajo mediante la financiación del emprendimiento en actividades del sector informal. También les dio facilidades de depósitos seguros y convenientes – especialmente importante para personas pobres en tiempos de crisis. (Robinson, 2001).
Así pues, acceder a este tipo de servicios financieros trae beneficios sumamente grandes para el desarrollo potencializando la capacidad emprendedora de las personas y no creando alta dependencia hacia países desarrollados como lo hace el sistema de ayuda internacional.
Referencias
- Moyo, Dambisa (2009). Dead Aid. Penguin Books.
- Robinson, Margaritte S. (2001). The Microfinance Revolution. Washington D.C. : The World Bank.
- Sundaresan, Suresh (2008). Microfinance. Emerging Trends and Challenges. Edward Elgar Publishing.