*Estudiante
de Economía y Negocios Internacionales, Universidad
EAFIT, Medellín, Colombia.
¿Cómo generar políticas que permitan la sociabilidad justa, la asignación simétrica de ganancias y el fomento de la reciprocidad en las relaciones comerciales multilaterales de inversión -entre países-, sin caer en el estigma de “proteccionistas”?
Este es
el gran reto que enfrentan, hoy en día, muchas economías emergentes del
sudeste asiático, África y Latino América y el Caribe, que ven la Inversión Extranjera
Directa (IED) como una posible solución a su condición de subdesarrollo,
escasez de oportunidades y aparente rezago frente a los país del primer
mundo.
Sí bien,
es cierto que la IED supone una fuente importante de desarrollo económico,
tecnológico y en muchos casos social ―en tanto que contempla el crecimiento
integral de la economía, el mejoramiento de las oportunidades de trabajo y las
condiciones de vida de los habitantes de estos Estados―, los beneficios que
esta genera no se acumulan automática, equitativa y simétricamente en los
países, sectores y comunidades involucradas en dicha relación multilateral de
inversión. Pues así como lo afirma teoría de la interdependencia
compleja; los vínculos establecidos a partir de la IED son de ‘dependencia
mutua’, es decir, donde los efectos de transacción en términos de costos son
recíprocos, más no simétricos. Es así como los Estados deben alinearse y
procurar escenarios multilaterales como espacios de equilibrio de poder y beneficio
mutuo, a través de ‘estrategias de
vinculación’ -alianzas, diálogos e
interlocución entre países- para la construcción de una agenda plural con temas
transnacionales y transgubernamentales, cuya incidencia política, económica y
social, sea positiva e igualitariamente equitativa para todas las partes
involucradas.
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