Artículo de opinión por: Alejandro Camargo Jaramillo (Estudiante de Ingeniería Física y Finanzas; Universidad EAFIT, Colombia)
Desde que tengo memoria he escuchado a mis amigos, familiares, compañeros y hasta personas extrañas hablar de lo mal que va Colombia, y el alcance de todo lo que sentimos que no funciona. Lo más triste es que en parte tienen razón, este país deja muchas cosas que desear, especialmente a los ciudadanos que queremos que avance y pueda dejar atrás esos innumerables problemas con los que hemos convivido todas nuestras vidas. Sin embargo, siento que más que ir por mal camino, se trata de un pesimismo generalizado que con el que nos hemos acostumbrado a convivir. Existen unos cuantos ciudadanos educados que se quejan por quejarse de lo que ocurre aquí, porque sienten que no se toman las medidas que necesitamos, especialmente cuando se habla del cuidado y la preservación del medio ambiente o el desarrollo sostenible. Siempre se escuchan comentarios como “Acá no hay tiempo para eso” o “Acá nadie aprecia la riqueza natural que tenemos” o “Tenemos que aprenderle a otros países acerca del cuidado del medio ambiente” o incluso “Eso nadie lo vota porque no genera capital político”, cuando realmente hay evidencia que demuestra lo contrario. En general, creo que estos ciudadanos se alimentan de ignorancia, sentimiento y anécdotas, pues hablan de estos temas bajo una percepción personal que generalmente no está fundamentada en hechos sino en situaciones particulares que han vivido personalmente. Hablaré principalmente del sector eléctrico, pues es una de las industrias más relevantes de Colombia en cuanto a desarrollo económico, tecnológico, madurez y además es una de las industrias que tiene un gran impacto ambiental a nivel nacional.
El sector eléctrico colombiano ha cambiado en los últimos 3 años a un ritmo que no se veía desde las grandes reformas del 94 impulsadas por el racionamiento, luego de dos fenómenos del niño. La gran diferencia es que ahora no está cambiando por el riesgo de racionamiento, sino por la necesidad de modernización que trae las fuentes de energía renovables no convencionales. Sí, así es, Colombia le está apostando a la energía solar y eólica, y está modernizando el sector eléctrico para que pueda recibir estas tecnologías sin percances tanto para la operación como para los usuarios. El primer acto significante fue la promulgación de la Ley 1715 de 2014 que regula la integración de las renovables no convencionales al sector; sin embargo, no solamente se limita a esto, sino que también genera incentivos tributarios para la integración de estas fuentes de generación eléctrica. Estos incentivos son muy atractivos para el sector privado, pues disminuyen considerablemente el impuesto de renta de las empresas que inviertan en estos sistemas, también eliminan el IVA y cualquier arancel de importación sobre los equipos necesarios para la integración de renovables y da unos cuantos más incentivos tributarios que terminan de mejorar la propuesta para el sector privado. Debido a estas políticas de Estado, se empezaron a desarrollar los primeros grandes proyectos de generación de energía solar en Colombia, completamente financiados por el sector privado. Gracias a esta expansión inicial, fue claro para la Comisión de Regulación de Energía y Gas (CREG), ente encargado de regular la operación del sector eléctrico, que era necesario empezar a preparar las normas técnicas y legales para la integración de estas tecnologías, al igual que abrirles las puertas a los pequeños generadores con energía renovables a participar en el mercado de energía y transar sus excedentes. Además, es importante resaltar que luego de dos reformas tributarias recientes que se tramitaron sin mayor debate en el congreso, los incentivos tributarios de la ley 1715 de 2014 siguen vigentes y tienen muy pocos opositores en el ejecutivo y el legislativo.
Hoy, ya existe un marco regulatorio robusto para la integración de fuentes de energía renovables no convencionales a la matriz energética colombiana. Además, se están desarrollando proyectos de infraestructura previendo la expansión de las renovables no convencionales. Por ejemplo, en la Guajira se está construyendo una línea de transmisión de energía para transportar las grandes cantidades de energía, que allí se va a generar de forma limpia, al centro del país. Esta obra se diseñó estimando la oferta de generación que se originará en esta zona rica en recursos naturales renovables. Y algunos todavía piensan que aquí hacemos las cosas sin planear o que “Acá a nadie le importa cuidar el medio ambiente”. Otro hito importante que se logró recientemente fue la primera subasta de largo plazo para proyectos de generación de energía renovable. Este instrumento es fundamental para dar viabilidad a dichos proyectos pues sus márgenes son más bajos que de costumbre, por lo tanto, necesitan de la mayor seguridad financiera que brindan los contratos de largo plazo para lograr el cierre financiero. Aunque la subasta se declaró desierta, esta se repetirá, pues se presentaron 23 proyectos de generación y el problema que la llevó a declararse desierta se trataba más de un vicio de forma que de fondo, ya que el ente que la ejecutó no tenía experiencia previa en dichas subastas. Por último, cabe resaltar que en la última subasta del cargo por confiabilidad (otro instrumento de financiación y seguridad energética), quedaron adjudicados al menos cuatro proyectos de generación que usan fuentes de energía renovable no convencional y estos proyectos están en la obligación de ejecutarse. Es decir que, en los próximos años, al menos veremos entrar estos cuatro proyectos en operación. Sin embargo, existen muchas más propuestas de generación que están en busca de viabilidad financiera para comenzar su ejecución.
Mi objetivo no es elogiar, pues todavía falta mucho camino por recorrer. Más del 20% de la energía en Colombia se sigue generando al quemar combustibles fósiles y las hidroeléctricas no son una solución ideal desde lo ambiental. Sin embargo, claramente vamos por el camino correcto y lo estamos haciendo incluso mejor que aquellos países que tanto envidiamos, aquellos países que siempre mencionamos como lideres en la lucha contra el cambio climático o del desarrollo sostenible. Siempre que podamos analizar nuestra situación de forma objetiva, entender nuestras fortalezas y debilidades, podremos salir adelante como tantos colombianos lo hemos soñado.
Desde que tengo memoria he escuchado a mis amigos, familiares, compañeros y hasta personas extrañas hablar de lo mal que va Colombia, y el alcance de todo lo que sentimos que no funciona. Lo más triste es que en parte tienen razón, este país deja muchas cosas que desear, especialmente a los ciudadanos que queremos que avance y pueda dejar atrás esos innumerables problemas con los que hemos convivido todas nuestras vidas. Sin embargo, siento que más que ir por mal camino, se trata de un pesimismo generalizado que con el que nos hemos acostumbrado a convivir. Existen unos cuantos ciudadanos educados que se quejan por quejarse de lo que ocurre aquí, porque sienten que no se toman las medidas que necesitamos, especialmente cuando se habla del cuidado y la preservación del medio ambiente o el desarrollo sostenible. Siempre se escuchan comentarios como “Acá no hay tiempo para eso” o “Acá nadie aprecia la riqueza natural que tenemos” o “Tenemos que aprenderle a otros países acerca del cuidado del medio ambiente” o incluso “Eso nadie lo vota porque no genera capital político”, cuando realmente hay evidencia que demuestra lo contrario. En general, creo que estos ciudadanos se alimentan de ignorancia, sentimiento y anécdotas, pues hablan de estos temas bajo una percepción personal que generalmente no está fundamentada en hechos sino en situaciones particulares que han vivido personalmente. Hablaré principalmente del sector eléctrico, pues es una de las industrias más relevantes de Colombia en cuanto a desarrollo económico, tecnológico, madurez y además es una de las industrias que tiene un gran impacto ambiental a nivel nacional.
El sector eléctrico colombiano ha cambiado en los últimos 3 años a un ritmo que no se veía desde las grandes reformas del 94 impulsadas por el racionamiento, luego de dos fenómenos del niño. La gran diferencia es que ahora no está cambiando por el riesgo de racionamiento, sino por la necesidad de modernización que trae las fuentes de energía renovables no convencionales. Sí, así es, Colombia le está apostando a la energía solar y eólica, y está modernizando el sector eléctrico para que pueda recibir estas tecnologías sin percances tanto para la operación como para los usuarios. El primer acto significante fue la promulgación de la Ley 1715 de 2014 que regula la integración de las renovables no convencionales al sector; sin embargo, no solamente se limita a esto, sino que también genera incentivos tributarios para la integración de estas fuentes de generación eléctrica. Estos incentivos son muy atractivos para el sector privado, pues disminuyen considerablemente el impuesto de renta de las empresas que inviertan en estos sistemas, también eliminan el IVA y cualquier arancel de importación sobre los equipos necesarios para la integración de renovables y da unos cuantos más incentivos tributarios que terminan de mejorar la propuesta para el sector privado. Debido a estas políticas de Estado, se empezaron a desarrollar los primeros grandes proyectos de generación de energía solar en Colombia, completamente financiados por el sector privado. Gracias a esta expansión inicial, fue claro para la Comisión de Regulación de Energía y Gas (CREG), ente encargado de regular la operación del sector eléctrico, que era necesario empezar a preparar las normas técnicas y legales para la integración de estas tecnologías, al igual que abrirles las puertas a los pequeños generadores con energía renovables a participar en el mercado de energía y transar sus excedentes. Además, es importante resaltar que luego de dos reformas tributarias recientes que se tramitaron sin mayor debate en el congreso, los incentivos tributarios de la ley 1715 de 2014 siguen vigentes y tienen muy pocos opositores en el ejecutivo y el legislativo.
Hoy, ya existe un marco regulatorio robusto para la integración de fuentes de energía renovables no convencionales a la matriz energética colombiana. Además, se están desarrollando proyectos de infraestructura previendo la expansión de las renovables no convencionales. Por ejemplo, en la Guajira se está construyendo una línea de transmisión de energía para transportar las grandes cantidades de energía, que allí se va a generar de forma limpia, al centro del país. Esta obra se diseñó estimando la oferta de generación que se originará en esta zona rica en recursos naturales renovables. Y algunos todavía piensan que aquí hacemos las cosas sin planear o que “Acá a nadie le importa cuidar el medio ambiente”. Otro hito importante que se logró recientemente fue la primera subasta de largo plazo para proyectos de generación de energía renovable. Este instrumento es fundamental para dar viabilidad a dichos proyectos pues sus márgenes son más bajos que de costumbre, por lo tanto, necesitan de la mayor seguridad financiera que brindan los contratos de largo plazo para lograr el cierre financiero. Aunque la subasta se declaró desierta, esta se repetirá, pues se presentaron 23 proyectos de generación y el problema que la llevó a declararse desierta se trataba más de un vicio de forma que de fondo, ya que el ente que la ejecutó no tenía experiencia previa en dichas subastas. Por último, cabe resaltar que en la última subasta del cargo por confiabilidad (otro instrumento de financiación y seguridad energética), quedaron adjudicados al menos cuatro proyectos de generación que usan fuentes de energía renovable no convencional y estos proyectos están en la obligación de ejecutarse. Es decir que, en los próximos años, al menos veremos entrar estos cuatro proyectos en operación. Sin embargo, existen muchas más propuestas de generación que están en busca de viabilidad financiera para comenzar su ejecución.
Mi objetivo no es elogiar, pues todavía falta mucho camino por recorrer. Más del 20% de la energía en Colombia se sigue generando al quemar combustibles fósiles y las hidroeléctricas no son una solución ideal desde lo ambiental. Sin embargo, claramente vamos por el camino correcto y lo estamos haciendo incluso mejor que aquellos países que tanto envidiamos, aquellos países que siempre mencionamos como lideres en la lucha contra el cambio climático o del desarrollo sostenible. Siempre que podamos analizar nuestra situación de forma objetiva, entender nuestras fortalezas y debilidades, podremos salir adelante como tantos colombianos lo hemos soñado.