Que el mundo real y el mundo virtual son simplemente el mundo nunca ha sido más cierto. En medio del gran confinamiento que trajo consigo la pandemia del coronavirus, el uso y abuso del internet ha alcanzado las nubes. No ha sido solamente fundamental para trabajar o estudiar de manera remota, sino también para hacer del encierro miserable una experiencia más llevadera, menos tortuosa. La vida online es la nueva normalidad, y las redes sociales y las plataformas de streaming han anotado un golazo olímpico. Y aunque estas ya existían antes de la pandemia y seguirán existiendo después, ha sido esta situación la que me ha llevado a reflexionar sobre esta economía basada en el consumo de contenidos en internet y sus implicaciones sociales.
Vivimos en la era de la información (y la desinformación). La red de redes ha incubado un ecosistema en el que es posible acceder a ingentes cantidades de contenidos digitales en cualquier momento, desde cualquier lugar y a través de un sinfín de dispositivos. En este panorama, la atención humana representa ese bien escaso y valioso por la que compiten impíamente las grandes corporaciones, tales como Facebook, Netflix, YouTube, TikTok, Twitter, entre otras.
Herbert Alexander Simon, economista, politólogo, teórico de las ciencias sociales y ganador del Premio Nobel de Economía en 1978, escribió, muchos años antes del auge del internet, que:
A medida que se fue masificando el internet, la cantidad de información generada fue creciendo de manera exponencial, y el concepto de economía de la atención se popularizó cada vez más a partir del artículo The Attention Economy and the Net, publicado por Michael H. Goldhaber (1997), en el que planteó que, aunque el dinero seguiría siendo importante, sobrevivir ante la creciente digitalización iba a depender de la atención que se pudiera captar, por lo que diversos actores competirían por obtenerla, bien fuera por satisfacción personal o por interés económico.
En un mundo rico en información, la riqueza de la información significa la escasez de algo más: la escasez de lo que sea que la información consuma. Lo que la información consume es bastante obvio: consume la atención de sus destinatarios. De ahí que una gran cantidad de información crea una pobreza de atención y una necesidad de asignar esa atención de manera eficiente entre la sobreabundancia de fuentes de información que podrían consumirla. (Herbert Simon, 1971).
Más tarde, tras explorar el concepto en el ámbito corporativo, Davenport y Beck (2001) concluyeron que la atención es un recurso mucho más importante, incluso, que las ideas o el talento y que la gestión de este recurso esencial y limitado determina el éxito o fracaso de las empresas.
No cabe duda. La economía de la atención no se puede ya ignorar. El concepto no es para nada descabellado. Después de todo, a menudo se acepta como definición de economía la manera como la sociedad administra sus recursos escasos. Se entiende entonces que, en la era digital, los seres humanos estamos atiborrados de información que somos incapaces de asimilar. Ahora bien, si bien nuestra atención es limitada, esta genera valor y, por tanto, es apenas natural que las organizaciones exploren este concepto para maximizar sus ganancias.
Detrás de las grandes compañías que dependen de tu atención para generar dinero, hay todo un equipo de personas listísimas, expertas en análisis y administración de datos, diseño, programación, psicología, neurociencia y economía del comportamiento.
A modo de ejemplo, en el corazón de Silicon Valley, cuna de la mayoría de las grandes compañías tecnológicas del mundo, se encuentra el Laboratorio de Tecnología Persuasiva de la Universidad de Stanford. Allí se encargan de investigar cómo configurar las máquinas y aplicaciones digitales de manera que puedan alterar los pensamientos y comportamientos humanos (Canal TEDx Talks, 2019, 1m44s). Es entonces menester comprender que entre más tiempo desperdiciamos en internet y las redes sociales, más datos acumulan y, por tanto, más atención pueden obtener de nosotros y más pueden influir en nuestras ideas y acciones. Cada segundo que no estamos frente a la pantalla es tiempo que no pueden vender a sus anunciantes. Tal es así que el CEO de Netflix, Reed Hastings, ha bromeado en repetidas ocasiones que su mayor enemigo es el sueño y que compiten con otros servicios “en general por tiempo de pantalla, es decir, no sólo contra un proveedor, sino contra todas las cosas que puedes hacer con esa pantalla” (ABC, 2017).
Los métodos para llamar y mantener tu atención son diversos: van desde las constantes notificaciones, el binge-watchingy el clickbait que utilizan los medios amarillistas, hasta los streaks que utilizan redes como Snapchat para que sus usuarios intercambien mensajes de manera continúa y a diario, aunque no tengan nada que decirse.
Sean Parker, primer presidente de Facebook, explicó, en un evento de Axios, que la aplicación se diseñó pensando en captar la mayor cantidad de tiempo y atención consciente de sus usuarios. Y continuó diciendo que:
“Eso significa que tenemos que darte algo así como un pequeño chute de dopamina cada cierto tiempo, porque alguien le ha dado “me gusta” o comentó una foto, una publicación o lo que sea, y eso hará que aportes más contenido y recibas más “me gusta” o comentarios. Es un bucle de retroalimentación de validación social. Es exactamente una de esas cosas que inventaría un hacker como yo para explotar un punto débil en la psicología humana” (Axios, 2017, 0m00s).
De igual manera, Aza Raskin, creador del scroll infinito, ha lamentado su invención. Esta herramienta permite a los usuarios deslizarle sin parar por el contenido, como en Twitter o en TikTok, obteniendo ante la novedad recompensas sensoriales. Por eso, compara las redes sociales con la cocaína y dice que detrás de cada pantalla trabajan miles de personas para hacerla máximamente adictiva (Andersson, 2018).
En su libro Stand out of our light, el ex estratega de Google James Williams (2018) afirma además que “la industria tecnológica no estaba diseñando productos; estaba diseñando usuarios” y que “cuando la mayoría de las personas de una sociedad utilizan tu producto, no estás solo diseñando usuarios; estás diseñando la sociedad”.
En su libro Stand out of our light, el ex estratega de Google James Williams (2018) afirma además que “la industria tecnológica no estaba diseñando productos; estaba diseñando usuarios” y que “cuando la mayoría de las personas de una sociedad utilizan tu producto, no estás solo diseñando usuarios; estás diseñando la sociedad”.
No hacen falta más ejemplos, más mea culpa, para darse cuenta de que estamos ante un panorama desalentador, en el que los clientes de los gigantes tecnológicos son los anunciantes y el producto tus datos y toda la atención que puedan recibir de ti.
Son graves las consecuencias de esta economía de la atención para la sociedad y los individuos que la componen. Diversos estudios científicos han demostrado que el uso excesivo de pantallas digitales –celulares, computadores, televisores- está asociado con mayores niveles de depresión, ansiedad, inseguridad y distrés psicológico, además de que interfieren con la producción de melatonina, la hormona que induce el sueño, y afectan las relaciones humanas.
¿De verdad queremos vivir en una sociedad en la que una pantalla sea lo primero que veamos al despertar y lo último antes de dormir? ¿o en la que seamos incapaces de hacer un uso inteligente del teléfono inteligente? ¿o en la que dejamos de vivir para convertirnos en espectadores de la vida de alguien más? ¿o en la qué consumimos contenido sin propósito, inútil e insuficiente para llenar el vacío de la existencia?
Mi respuesta, por lo menos, es un rotundo “no”.
En internet dicen que Albert Einstein dijo temer “el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad. El mundo sólo tendrá una generación de idiotas”. ¡Qué triste sería la vida entonces!
Referencias
ABC. (19 de abril de 2017). El gran competidor de Netflix es el sueño. ABC. Recuperado de https://www.abc.es/play/series/noticias/abci-gran-competidor-netflix-sueno-201704192030_noticia.html.
Andersson, H. (4 de julio de 2018). Social media apps are 'deliberately' addictive to users. BBC. Recuperado de https://www.bbc.com/news/technology-44640959
Axios. (2017, 9 de noviembre). Sean Parker: Facebook was designed to exploit human "vulnerability" [video]. Axios. https://www.axios.com/sean-parker-facebook-exploits-a-vulnerability-in-humans-2507917325.html
Davenport, T. H. y Beck, J. C. (2001). The Attention Economy: Understanding the New Currency of Business. Harvard Business Press.
Goldhaber, M. (1997). The Attention Economy and the Net. First Monday, 2. https://firstmonday.org/article/view/519/440
Simon, H. (1971). Designing organizations for an information-rich world. En M. Greenberg (Ed.), Computers, communications, and the public interest (pp. 41-42). The Johns Hopkins Press. https://digitalcollections.library.cmu.edu/awweb/awarchive?type=file&item=33748
TEDx Talks. (2019, 27 de noviembre). Cómo nos manipulan en las redes sociales | Santiago Bilinkis | TEDxRiodelaPlata [video]. YouTube. https://youtu.be/8nKCA9h-7BA
Williams, J. (2018). Stand Out of Our Light: Freedom and Resistance in the Attention Economy. Cambridge University Press. https://doi.org/10.1017/9781108453004